LAS CRUELES TORTURAS DE LOS CANÍBALES AZTECAS A LA CARAVANA DE HERNÁN CORTÉS
Un grupo de arqueólogos ha encontrado los restos de más de
550 españoles que fueron capturados y aniquilados por los nativos del Nuevo
Mundo. Entre ellos había mujeres y niños
Corría julio de 1520 cuando una tribu de aztecas, ávidos de
derramar la sangre de los conquistadores que acababan con su pueblo a espada y
arcabuz, capturó una caravana que provenía de Veracruz con más de 550 personas.
Una buena parte de las mismas eran españoles que acudían a reunirse con Hernán
Cortés en Tenochtitlán, la capital de este imperio americano. Los nativos
fueron sumamente crueles pues, en los meses siguientes, sacrificaron a hombres,
mujeres y niños a sus dioses de formas impensables para pedirles que expulsaran
a aquellos monstruos barbudos de su hogar. Según las crónicas, todos murieron.
Aunque esta historia parece propia de una película de
ciencia ficción, lo cierto es que se corresponde con la narración de unos
hechos que acaecieron durante la conquista del futuro México por parte de
Cortés y sus hombres. Sin embargo, cinco siglos después vuelve a estar de nuevo
de moda gracias a Enrique Martínez -del Instituto Nacional de Antropología e
Historia- quien, junto a su equipo, acaba de hallar los restos de varios reos
de estos nativos cerca de Texcoco (en México D.F.). El descubrimiento denota
que los presos estuvieron vigilados durante más de un año por los acolhuas
(nativos que habitaban la región y eran aliados de los aztecas) y que fueron
sometidos a todo tipo de torturas.
Concretamente, el descubrimiento ha sido realizado dentro
del «Proyecto Arqueológico Zultépec-Tecoaque», una investigación que lleva más
de dos décadas activa y en el marco de la cual se encontraron en 2006 más de
10.000 objetos relacionados con el pueblo en el que se llevó a cabo esta
masacre (conocido en su momento como Zultépec). En la actualidad han
clasificado más de 15.000, entre los que se destacan restos que solo pueden
prevenir de la vieja Europa.
Los trágicos hechos
Según explicaron el cronista Fray Bernardino de Sahagún y el
propio Cortés en sus escritos (este último, en sus «Cartas de relación», textos
en los que el extremeño relata a Carlos V sus aventuras en México), estos
trágicos sucesos se sucedieron en junio de 1520.
Tal y como afirma el experto en la civilización maya Éric
Taladoire en su dossier «La guerra de dos mundos», por aquellos días salió de
la ciudad de Veracruz (al sur oeste de México) una caravana compuesta por 550
«españoles, indígenas, negros, mulatos y mestizos» en dirección a Tenochtitlán,
hacia donde se dirigía Cortés con sus hombres para derrocar al azteca
Moctezuma. A su vez, la comitiva se completaba con algunos aliados indígenas
aliados de los conquistadores (destacando totonacos y tlaxcaltecas).
En palabras del investigador, estaban bajo el mando de Juan
de Alcántara y eran miembros del contingente de Pánfilo de Narváez. La caravana
-en la que se destacaban también mujeres (50 en total) y niños (10 de hasta
tres años)- fue sin embargo atacada por los guerreros de Texcoco, los cuales
capturaron también a los animales que iban con ellos, los primeros que habían
llegado hasta entonces de territorio europeo.
Los prisioneros fueron trasladados al poblado de Zultépec,
donde les mantuvieron presos seis meses para sacrificarles paulatinamente a sus
dioses en sus diferentes fiestas indígenas. En palabras de Martínez, el
principal de estos rituales fue el ofrecido a Huizilopochtli -el dios de la
guerra-; aunque tampoco fue nada desdeñable la matanza que se produjo en la
ceremonia en honor a Izcalli, la deidad del fuego.
Las crueles torturas a los conquistadores
Según determina Martínez, las torturas a las que fueron
sometidos los miembros de esta caravana fueron brutales. Para empezar, y según
acaba de descubrir, una buena parte de los supervivientes fueron separados y
confinados en varias «habitaciones» de este pueblo. La finalidad: que no
pudiesen comunicarse. Con todo, el experto considera que no fueron usados como
esclavos, tan solo como meras ofrendas a los dioses con el objetivo de aplacar
la ira que los conquistadores traían sobre su región.
En la festividad en honor de Huizilopochtli se vivió uno de
los momentos más trágicos, pues fueron asesinados 9 hombres mesoamericanos y 9
mujeres embarazadas (un requisito indispensable). La forma en la que murieron
ha generado controversia estos últimos años. La mayoría de los expertos abogan
porque en esta celebración los aztecas abrieron sus pechos y se comieron sus
corazones, pues era la pieza mejor considerada de todo el cuerpo humano. No
obstante, esta teoría no es seguida por otros investigadores como la arqueóloga
Ximena Chávez, quien cree que fueron decapitados. Según determina, los mexicas
no solían recurrir tan habitualmente como se quiere hacer pensar a meterse
entre pecho y espalda carne humana.
Luis Pancorbo López, en su obra «El banquete humano: una
historia cultural del canibalismo», es seguidor de la primera teoría. «Los
aztecas no dejaron apenas hueco en el tema caníbal. En los 18 meses de 20 días
que tenía su calendario, aparte de cinco días vacíos, dos meses eran los más
propicios para los sacrificios: el mes XIII […] consagrado al dios Tláloc con
abundantes sacrificios humanos; y el mes X […] que celebraba la caída de la
fruta con grandes sacrificios humanos», determina el investigador. A su vez,
este divulgador histórico es partidario de que, en base a los hallazgos de
Martínez, la carne fue cortada con cuchillos de obsidiana, hervida y,
posteriormente, comida.
Y es que, después de investigar durante 20 años la zona,
Martínez cree que la teoría del canibalismo es la más creíble: «Los sacrificados
se elegían en pareja, se les extraía el corazón y sus cuerpos eran tirados por
las escaleras del templo ceremonial. Y una vez abajo, desmembrados y cocidos, y
algunos de su huesos, repartidos entre los nobles y guerreros sus cráneos eran
colocados en el 'tzompantli'", o altar de calaveras».
De la misma opinión es Taladoire: «Los hallazgos incluyen
elementos como huesos humanos hervidos, lo que hace pensar que los integrantes
de la caravana capturada fueron víctimas de canibalismo ritual. Otros de los
restos como las calaveras fueron exhibidos por los mexicas y texcocanos a
manera de mensaje de advertencia para los invasores».
Martínez se atreve también a aventurar (pues no tiene
pruebas de momento para ello) que las cabezas de los asesinados (tanto hombres
como mujeres y niños) fueron clavadas en estacas y puestas en los alrededores
del poblado como una advertencia a los conquistadores españoles. Esta práctica
era denominada tzompantli y se completaba dejando las testas en una empalizada
de madera. Todo ello habría sucedido después de que los rituales acabasen
definitivamente en marzo de 1521.
Con todo, esta triste historia no terminó en este punto,
pues Cortés envió a su soldado más fiel, Gonzalo de Sandoval, a destruir el
poblado. Este, junto a varios soldados españoles, arrasó el asentamiento sin
poder liberar a ningún preso, pues todos habían sido asesinados. La mayoría de
nativos (incluyendo también mujeres y niños) fueron pasados por la espada. Con
todo, algunos fueron preservados como esclavos.
Los militares tampoco tuvieron piedad con las estatuas
levantadas en honor a los dioses por los mexicas, las cuales decapitaron. A los
pocos años, y debido a lo que vieron allí los hombres de Hernán, el lugar fue
bautizado como Tecoaque (término que se puede traducir como «El lugar en el que
se los comieron»).